Jianwei Xun fue presentado como un filósofo chino revolucionario, tras la publicación de su libro «Hipnocracia», en el que reflexiona sobre cómo el poder opera en la era digital.
Jianwei Xun parecía ser real. Tenía un sitio web personal, existían imágenes suyas y diferentes fuentes autorizadas validaban su obra, pero todo se desmoronó cuando Sabina Minardi, redactora jefe de l’Espresso, acabó descubriendo que Jianwei Xun no existía y que su obra era producto de la inteligencia artificial.
El responsable del experimento editorial es Andrea Colamedici, filósofo y editor italiano, quien creó al supuesto pensador con herramientas de inteligencia artificial generativa, en concreto con ChatGPT y Claude.
La revelación ha generado un gran impacto en el mundo cultural, abriendo un debate sobre los límites entre la creación humana y artificial, la autoría y la autenticidad en el mundo literario. Amazon ya ha limitado la autopublicación por autor ante la proliferación de obras creadas con inteligencia artificial.
Conclusión
La inteligencia artificial generativa redacta bien, demasiado bien, tanto que la estricta corrección de sus textos hace que carezcan de personalidad. Cada persona tenemos un estilo de escritura particular, mejor o peor, pero propio. Si dejamos que la inteligencia artificial redacte por nosotros, terminaremos perdiendo habilidades fundamentales como análisis de texto y argumentación.
Con quince años sabía hacer cálculos matemáticos con fluidez. Hoy me cuesta. ¿Por qué? Porque me sirvo de una calculadora para realizarlos. La inteligencia artificial puede ser una herramienta valiosa para ordenar ideas, buscar fuentes de información y deducir conclusiones, pero si dejamos que haga todo el trabajo por nosotros, corremos el riesgo de volvernos incapaces.