La Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) aprobó, el 13 de noviembre de 2017, el primer medicamento en Estados Unidos con un sistema de seguimiento digital de la ingestión. El medicamento es conocido como Abilify MyCite. El principio activo es aripiprazol. Se trata de un antipsicótico que se emplea para el tratamiento de afecciones como la esquizofrenia, el trastorno bipolar y como complemento en el tratamiento de la depresión.
Cada comprimido incorpora un sensor ingerible que se activa en el estómago al contacto con los jugos gástricos. Dicho sensor –desarrollado por Proteus Digital Health– envía una señal a un parche portátil adherido a la piel del paciente que registra cada ingesta, transmitiendo esta información a una aplicación móvil mediante Bluetooth. La aplicación permite al paciente monitorizar el tratamiento en tiempo real. Con el consentimiento del paciente, también puede acceder a la información sus médicos y hasta cuatro familiares.
En estos casos, es fundamental que los pacientes den su consentimiento informado antes de usar esta tecnología. Deben comprender cómo se recopilarán, almacenarán y utilizarán sus datos personales y tener la opción de rechazar su uso en cualquier momento.
Otras experiencias
En Estados Unidos no es la primera vez que se experimenta con microchips.
En agosto de 2017, Three Square Market (32M), una empresa de Wisconsin especializada en tecnología para micro mercados y máquinas expendedoras, se convirtió en la primera compañía estadounidense en ofrecer implantes de microchips a sus empleados de forma voluntaria, dotados con tecnología RFID (Identificación por Radiofrecuencia) y NFC (Comunicación de Campo Cercano). El microchip, que se implantaba con una jeringa bajo la piel, entre el pulgar y el índice, permitía al usuario abrir puertas de acceso, iniciar la sesión de trabajo de su ordenador personal, realizar compras dentro de la empresa, etc. No usaban pilas y solo funcionaban al aproximarse al lector RFID.
Aunque la empresa aseguró que los microchips no tenían capacidades de rastreo (sistema GPS) y que solo almacenaban información básica del trabajador, el caso generó un debate sobre la privacidad y la ética del uso de implantes tecnológicos en seres humanos.
Conclusión
El implante de microchips en seres humanos plantea serias dudas sobre la privacidad del usuario. Si la información personal recabada no está adecuadamente protegida podría ser vulnerables a accesos no autorizados, hackeos o robos, exponiendo información sensible del usuario.
Para evitar riesgos sería crucial implementar medidas de seguridad robustas y garantizar que el uso de estos dispositivos sea siempre voluntario y transparente.
La normalización de estos implantes conlleva un problema aún más preocupante: el riesgo de una sociedad bajo vigilancia constante, una perspectiva que suscita mucha inquietud.