Uno de los mayores escándalos de la historia en materia de protección de datos personales quizá sea el de Cambridge Analytica. Se ha escrito mucho acerca de este caso, pero no siempre se ha explicado bien, así que voy a intentar explicarlo de forma que se entienda.
Cambridge Analytica fue una consultora británica, creada en 2013, filial de Strategic Communication Laboratories, especializada en la recopilación y el análisis de datos para estrategias de comunicación centradas en procesos electorales. La intervención de la compañía en las elecciones presidenciales de Estados Unidos de 2015 que ganó Donald Trump fue providencial.
Aleksandr Kogan, un profesor de psicología de la Universidad de Cambridge, desarrolló una aplicación para Cambridge Analytica que llamaron «This is Your Digital Life» (Esta es Tu Vida Digital, en español). A cambio de rellenar una encuesta, cuyos resultados se emplearon para perfilar a los usuarios, éstos recibían poco más de un dólar. En apariencia, todo muy inocente.
La aplicación fue descargada por más de 250.000 usuarios de Facebook. Cuando un usuario quería hacer el test, la aplicación le solicitaba permiso para acceder a su información personal, y también a la de su red de amigos, por supuesto, sin que éstos lo supieran. A estos últimos, que no habían cubierto la encuesta de Kogan, se les perfiló en atención a sus «Me gusta». Se estima que Cambridge Analytica consiguió los datos de 87 millones de usuarios de Facebook en poco más de dos meses.
Christopher Wylie, que trabajaba como consultor en Cambridge Analytica, fue quien abrió la caja de pandora. En su libro «Midnf*ck. Cambridge Analytica. La trama para desestabilizar el mundo» relata la demostración que le hicieron al entonces vicepresidente de la compañía, Steve Bannon, quien llegó a ser el estratega jefe de la Casa Blanca durante los siete primeros meses del mandato de Trump, tras los cuales fue despedido. Durante esa demostración, le pidieron a Steve Bannon que dijera, al azar, el nombre de una persona y un estado cualquiera de los Estados Unidos. Rápidamente, apareció en la pantalla del ordenador la identidad de una persona, al que habían perfilado. Para asegurarse de que habían acertado con el perfil que habían hecho de él, en base a los datos recabados de Facebook, llamaron a esa persona, haciéndose pasar por investigadores de la Universidad de Cambridge. Le hicieron una encuesta sobre estilo de vida, opiniones, etc. La llamada demostró que habían acertado de pleno con el perfil creado.
Para perfilar a cada persona emplearon la escala OCEAN de rasgos de personalidad. Encuadrada la persona, el siguiente paso consistía en aplicar algoritmos predictivos a su perfil para determinar la probabilidad de que fuese a votar, o no, por un determinado candidato. El último paso, era contactar con esa persona para hacerle llegar el contenido diseñado específicamente para él, generalmente, a través de sus redes sociales. Por supuesto, el seguimiento no terminaba ahí, seguía, pues interesaba estudiar el impacto del mensaje.
Para reforzar el impacto de sus acciones, Cambridge Analytica diseñó campañas de desmotivación del electorado, difundieron mensajes falsos por redes sociales… sin olvidar chantajes y proposiciones turbias para atrapar a los rivales políticos, relacionándolos con prostitutas, drogas, etc.
El escándalo de Cambridge Analytica salpicó a Facebook (hoy, Meta) hasta el punto de obligar a Mark Zuckerberg a comparecer ante el Congreso de los Estados Unidos. Meta tuvo que hacer frente por este escándalo a una multa de 750 millones de dólares. A ésta se une otra multa de 500.000 libras esterlinas impuesta por el organismo de protección de datos del Reino Unido. Aparte, las acciones de la compañía cayeron un 6,77 % hasta 172,56 dólares por acción en el mercado Nasdaq.
Cambridge Analytica no sólo influyó en las elecciones presidenciales de Estados Unidos de 2005, también lo hizo en el Brexit.
El coste para Cambridge Analytica fue elevado, tanto que la empresa quebró a los dos meses de destaparse el escándalo, aunque han surgido otras de perfil similar.
Conclusión
Este escándalo nos deja una lección: el poder es capaz de manipular voluntades a su antojo, y para ello nuestros datos personales son esenciales, de ahí, que debamos protegerlos, si queremos seguir siendo libres.