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JAVIER CASAL TAVASCI

Contratos Inteligentes o Smart Contracts

La Real Academia Española define el «contrato» como «pacto o convenio, oral o escrito, entre partes que se obligan sobre materia o cosa determinada y a cuyo cumplimiento pueden ser compelidas».

Si queremos una definición legal, la encontramos en el artículo 1.254 del Código Civil que dispone: «El contrato existe desde que una o varias personas consienten en obligarse, respecto de otra u otras, a dar alguna cosa o prestar algún servicio».   

Los llamados «contratos inteligentes» o «smart contracts» en inglés son contratos, en tanto se ajustan a la definición dada, pero tienen características propias, que los hacen diferentes.

Como cualquier contrato, para formalizarlo es necesario que las partes alcancen un acuerdo, que será redactado en lenguaje natural, o sea, expresado en lenguaje no electrónico, y hasta ahí es lo normal. Lo que les hace diferentes es la traslación del acuerdo a lenguaje informático, mediante el uso de la programación estructurada, por ejemplo, con instrucciones como «if» (si), «then» (entonces) y «else» (si no) que permiten fácilmente programar las instrucciones que debe ejecutar el contrato en cada caso. Se trata de trasladar la prosa contractual a un código informático, así, cumplidas ciertas condiciones o premisas, los acuerdos se ejecutarán automáticamente, sin necesidad de que las partes intervengan. 

Si repasamos el contenido del Código Civil y su encaje con los «smart contracts» podemos pensar en la aplicabilidad del artículo 1.255, sobre la libertad de pactos, siempre que no sean contrarios a las leyes, a la moral y el orden público; del artículo 1.256, que impide condicionar la validez y el cumplimiento de los contratos al arbitrio de una de las partes; del artículo 1.261, que exige para la validez del pacto la concurrencia de consentimiento, objeto y causa; del artículo 1.278, que impone la obligatoriedad de los contratos y, en definitiva, de todo el Libro IV del Código Civil. Por lo tanto, no es necesario crear un marco normativo para este tipo de contratos, pues ya existe. 

Dicen que el rol del jurista se diluye con los «smart contracts» a raíz de la autoejecutabilidad. Todo lo contrario. El jurista es más importante que nunca, al tener que afinar en la redacción de los contratos para evitar imprecisiones y contradicciones. La dificultad está en prever todas las situaciones posibles, establecer condiciones concretas que una máquina pueda verificar y dar indicaciones precisas al programador para que traslade, con exactitud, las cláusulas del contrato al lenguaje informático.

Contratos inteligentes e inteligencia artificial

Un error bastante común es confundir los contratos inteligentes con la inteligencia artificial que se refiere a máquinas dotadas de capacidad de aprendizaje. Los contratos inteligentes, por llamarlos de alguna manera, se basan en la codificación condicional que nada tiene que ver con la independencia cognitiva de la inteligencia artificial. La inteligencia del contrato dependerá de la inteligencia de quien lo redacta.

El ciclo de vida de cualquier contrato –los «smart contract» no son una excepción– pasa por tres fases: generación, perfección y consumación. La fase de generación es la de negociación, la de perfección es en la que se da forma al pacto y la de consumación es en la que se da cumplimiento.

Una vez perfeccionado el contrato, el código informático se incorpora al «blockchain» que garantiza su inalterabilidad. El registro compartido de las transacciones en el blockchain asegura la trazabilidad y dificulta la alteración del contenido del contrato. Pueden ampliar la información sobre el blockchain en un artículo anterior que dejo enlazado aquí.  

Oráculos

Cuando se formaliza un contrato inteligente hay datos que son desconocidos. Son datos futuros que condicionan el resultado de la ejecución del contrato. Estos datos son representados por variables a las que se asignará el valor obtenido de la consulta a una fuente electrónica de información, acordada por las partes, que se conocen como «oráculo». Pongamos un ejemplo para entenderlo: tenemos un contrato de juego y apuesta, concebido como «smart contract», sobre el ganador del próximo mundial de fútbol. Para conocer el resultado, las partes acuerdan que el oráculo sea la página web de la FIFA. Celebrada la final, el programa informático que rige el contrato inteligente lanzará una pregunta al oráculo, a fin de obtener la información necesaria para ejecutar el código que automatiza la apuesta. La ejecución del código permitirá determinar quiénes son los participantes ganadores, transfiriendo el pago del premio, de forma automática, a su cuenta. Es un ejemplo muy simple, pero ilustrativo. 

Los oráculos, como fuentes de información, también pueden ser dispositivos conectados a Internet, que proporcionarán las variables necesarias para ejecutar los contratos. Pongamos, por ejemplo, un agricultor que pierde su cosecha tras un temporal. Para ejecutar el contrato de seguro, el agricultor debe formular una reclamación en atención al cliente y esperar a su resolución con resultado incierto. El problema se resuelve con un «smart contract». Las indemnizaciones se pagarían automáticamente en función de las variables proporcionadas por los oráculos acordados como fuente de información por los intervinientes. 

Usos y ventajas

Los usos de los «smart contract» son múltiples. Por ejemplo, se pueden utilizar para controlar las cadenas de suministros. Los dispositivos conectados mediante múltiples sensores pueden registrar cada paso que da un producto y mejorar su trazabilidad, eliminando la posibilidad de errores, robos y extravíos. Pueden ser muy útiles en el tránsito internacional de mercancías.

Otro ejemplo: se pueden emplear para registrar el desarrollo de proyectos en el que intervienen diferentes empresas, liberando los pagos conforme van cumpliendo sus compromisos.

Sus ventajas se traducen en ahorro de costes y tiempo, si bien no están exentos de dificultades y problemas cuando las partes no hayan sido suficientemente exhaustivas en la previsión de los casos que resulten de la relación jurídica. También puede suceder que el código informático, en el que se traduzca el contrato, incorpore errores que hagan que no se comporte según lo estipulado por las partes, incluso pueden concurrir circunstancias ajenas al contrato que condicionen su cumplimiento, por ejemplo, errores causados por los oráculos. En estos casos, acudiremos al auxilio de los sistemas legales tradicionales de resolución de conflictos.

A continuación, refiero las principales plataformas para desarrollar y ejecutar contratos inteligentes en blockchain:

  • Ethereum: su lenguaje de programación se llama Solidity y los contratos son ejecutados por su propia máquina virtual.
  • Hyperledger: un sistema open source (fuente abierta) desarrollado por Linux Foundation.
  • Counterparty: vinculado al mundo de las criptomonedas, permite desarrollar contratos sobre ella, mediante un sistema open source.
  • Polkadot: con un lenguaje más avanzado permite albergar cadenas dentro de cadenas, aumentado el número de transacciones.

Por último, les comparto aquí un interesante artículo de Roger Sales Jiménez, publicado en LA LEY, Nº 79, Sección Ciberderecho, 15 de Diciembre de 2023.

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